Ainhoa Iriberri
Forman parte de cualquier botiquín que se precie. Sus nombres comerciales son más conocidos que los de cualquier otro tipo de fármacos.
Forman parte de cualquier botiquín que se precie. Sus nombres comerciales son más conocidos que los de cualquier otro tipo de fármacos.
Clamoxyl, Augmentine...son, a pesar de su enrevesado nombre, palabras familiares a la mayoría de los españoles. Los antibióticos son, probablemente, los medicamentos más utilizados sin consultar al médico. Las consecuencias de esta actitud, tan generalizada como criticada por los facultativos y los organismos sanitarios, son ahora una profecía pero, probablemente, se convertirán en realidad dentro de pocos años. Peligros del abuso Será en el momento en que enfermedades que antes mataban y, hoy en día no requieren siquiera la hospitalización del paciente, vuelvan a ser consideradas incurables. Dos son las actitudes que pueden influir en que esto se cumpla: el abandono de los tratamientos y el abuso en el consumo de antibióticos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha tomado cartas en el asunto. Así, el director del departamento de Enfermedades Infecciosas de este organismo hizo el mes pasado esta apocalíptica declaración: «Queremos hacer un llamamiento para que el mundo entero se movilice y haga un mejor uso de estas poderosas armas mientras exista la oportunidad de hacerlo y antes de que retrocedamos a la era anterior a los antibióticos». Una profecía evitable Afortunadamente, es mucho lo que se puede hacer para evitar que las bacterias se conviertan en enemigos imbatibles. Tanto los estamentos sanitarios como los farmacéuticos y los particulares pueden, con un cambio de actitud, dar la vuelta a la tortilla. En primer lugar, es importante acudir al médico antes de comenzar un tratamiento con antibióticos, tanto para que informe sobre la dosis adecuada como para que nos indique el antibiótico específico que será más eficaz contra la enfermedad que se padece. En segundo lugar, es básico que los farmacéuticos requieran una receta médica antes de vender cualquier antibiótico. Por su parte, los médicos, deben también llevar a cabo esta labor educativa: alertar a los enfermos sobre el riesgo en el abuso de antibióticos, advertir sobre sus efectos secundarios y reiterar la ineficacia en enfermedades que, aunque muy comunes, no están producidas por bacterias, como la gripe.
DUDAS MAS FRECUENTES
¿Qué son, exactamente, los antibióticos? Los antibióticos son un tipo de fármacos que se utilizan en el tratamiento de infecciones bacterianas. Son sustancias capaces de destruir organismos vivos o de impedir su desarrollo. Se pueden obtener a partir de cultivos de un determinado microorganismo (bacterias u hongos) o por síntesis química. Son medicamentos que se pueden administrar por vía oral, tópica o inyectable. A veces es necesaria la combinación de antibióticos para tratar infecciones graves o infecciones para las que las bacterias desarrollan rápidamente resistencia. En casos excepcionales, los antibióticos no se usan para curar, sino para prevenir. Pero una terapia preventiva a base de antibióticos debe ser de corta duración y muy específica. Un ejemplo de este tipo de tratamiento es la toma de antibióticos mientras se viaja, como prevención contra la diarrea del viajero. También las personas con válvulas cardiacas anormales siguen un tratamiento con antibióticos antes de someterse a una operación quirúrgica, para evitar riesgos. Un poco de historia... El científico Louis Pasteur fue el primero, a finales del siglo XIX, en observar el efecto antibiótico al descubrir que algunas bacterias podrían destruir gérmenes del ántrax. Hacia 1900, el bacteriólogo alemán Rudolf von Emmerich aisló una sustancia capaz de destruir los gérmenes del cólera y de la difteria en un tubo de ensayo, pero no en los seres humanos. En la primera década del siglo XX, el químico alemán Paul Erlich ensayó la síntesis de compuestos orgánicos capaces de atacar de manera selectiva a los microorganismo infecciosos sin lesionar al organismo huésped. Pero fue el año 1928, el que supuso una auténtica revolución para la historia de los antibióticos y, por supuesto, de la medicina. Esa fue la fecha en que Alexander Fleming, un bacteriólogo británico, descubrió de forma accidental la penicilina, que demostró su eficacia frente a cultivos de laboratorio de algunas bacterias como las de la gonorrea, la meningitis o la septicemia. Sin embargo, no fue éste el primer antibiótico en usarse eficazmente en humanos. Este honor le corresponde a la tirotricina, otro antibiótico, que se emplea para el tratamiento de ciertas infecciones externas. Pero la penicilina revolucionó la medicina, al ser capaz de curar enfermedades que ayer mataban a millones de personas y hoy no son más que un trastorno perfectamente curable, como la neumonía. ¿Qué tipo de antibióticos existen? Existen muchos tipos de antibióticos. Quizás los más conocidos sean los beta-lactámicos, grupo al que pertenecen las penicilinas, los antibióticos más antiguos, que continúan siendo los de primera elección en muchas infecciones. Este tipo de antibióticos actúa rompiendo la pared bacteriana. Dentro de este grupo se encuentran también las cefalosporinas que, en vez de proceder de un hongo como las penicilinas, son de síntesis química. Otro grupo de antibióticos es el de los aminoglucósidos que se usan, normalmente en combinación con otros, para tratar, entre otras enfermedades, la tuberculosis. Otro grupo de antibióticos bastante conocido es el de las tetraciclinas, que se utilizan en multitud de infecciones, desde la bronquitis hasta las infecciones bucales. También se conocen los antibióticos macrólidos, recetados para muchas infecciones, sobre todo a las personas alérgicas a la penicilina. ¿Contra qué infecciones son eficaces los antibióticos? Aunque si analizamos la palabra en su sentido literal, antibiótico significa contra todo organismo vivo, los antibióticos se utilizan fundamentalmente (y es donde más han demostrado su eficacia) contra las enfermedades provocadas por bacterias, organismos vivos con más autonomía que los virus, y hongos o protozoos. Entre las enfermedades más conocidas causadas por estos organismos se encuentran: la tuberculosis, la neumonía y la septicemia. Los antibióticos se han mostrado asimismo eficaces en el tratamiento de enfermedades de tranmisión sexual, como la gonorrea. ¿Por qué es tan importante completar el tratamiento? Uno de los errores más comunes respecto al tratamiento farmacológico con antibióticos es dejarlo a medias. En estos casos puede ocurrir que la curación que al paciente le ha parecido sentir no sea más que un espejismo, por lo que al dejar de consumir los antibióticos recaiga; también puede suceder que se estimule el desarrollo de bacterias resistentes. Así, las que han sobrevivido a la primera dosis de antibióticos son prácticamente inmunes al tratamiento que el paciente retomará al notar de nuevo los síntomas de la enfermedad. ¿Cuáles son las consecuencias del abuso de antibióticos? La consecuencia más grave del abuso de antibióticos, algo muy común en la sociedad actual, es que enfermedades antes incurables que ahora pueden tratarse vuelvan a serlo. La OMS ha advertido en reiteradas ocasiones sobre este peligro. El proceso por el que esta profecía puede convertirse en realidad es sencillo: las bacterias acaban acostumbrándose a los antibióticos que reciben regularmente, los que les hace resistir su acción. En el momento en que se hagan absolutamente inmunes al tratamiento antibiótico, las enfermedades que provocan volverán a ser incurables. Para evitar este problema es necesario racionalizar el uso de estos fármacos. Además de evitar la automedicación (como con casi cualquier medicamento) es muy importante no utilizar antibióticos contra enfermedades producidas por virus, como la gripe, algo que se hace con relativa frecuencia.
Fuentes: Manual Merck, Organización Mundial de la Salud (OMS).