29 de septiembre de 2016 – Fuente: Mosaic
A primera vista, no parece haber nada inusual en Ridley Road Market. Al igual que cualquier otro mercado de Londres, hay puestos de venta de frutas y hortalizas frescas, productos electrónicos baratos, joyas artificiales, y algunas otras cosas. Entonces, el olor te golpea. Detrás de los puestos improvisados están las carnicerías. Hay una docena de ellas en menos de 100 metros, cada una mostrando una variedad de carnes y canales colgados en ganchos. Hay costillas de cerdo, jamones, patas de cordero, muslos de pollo, todas las variantes normales que se encuentran en la mayoría de las carnicerías. Pero también hay cortes más inusuales, como cabezas de cordero, riñones y pezuñas de vaca, y otros menos reconocibles. Algunos de los carniceros presentan una dudosa higiene: manejan la carne con las manos desnudas, la sangre rezuma sobre el suelo del comercio, y las moscas se posan sobre la carne. La mayoría de las mercaderías no tienen etiquetas. Nada de esto disuade a los compradores, pero no es lo que se espera de un mercado que ya ha estado en el centro de atención por la venta de carne de animales silvestres de contrabando. La carne de animales silvestres proviene de los trópicos, principalmente África Occidental y Central. Es ilegal en Gran Bretaña y muchos otros países, los cuales se vieron obligados a adoptar reglas estrictas a causa de brotes de enfermedades que estaban vinculados a la importación de esta carne. Los humanos, por supuesto, han cazado y consumido la carne de animales salvajes por cientos de miles de años. Antes de la invención de la agricultura y los animales domésticos, la vida salvaje era una importante fuente de nutrientes, y los sigue siendo en algunas regiones del mundo. Sin este tipo de caza, jamás los humanos se hubieran convertido en la especie dominante del planeta. Pero la ecuación ha cambiado. En la actualidad hay demasiados humanos y muy pocos animales silvestres. Peor aún, el desequilibrio que se ha creado ha abierto el camino a enfermedades que de otro modo habrían permanecido en los animales silvestres ‘reservorios’. Si confluye un conjunto específico de circunstancias, una enfermedad infecciosa que salta de un animal a un humano puede propagarse rápidamente y matar indiscriminadamente en el actual mundo hiperconectado. Las enfermedades infecciosas son causadas por patógenos de todas las formas y tamaños, desde moléculas simples llamadas priones a parásitos multicelulares como las tenias. Estos patógenos pueden dar lugar a una serie de enfermedades, desde las leves, como el resfrío común, a las devastadoras y fatales, como la rabia. En conjunto, las infecciones causan una de cada cinco muertes cada año, y enferman a miles de millones de personas. Afortunadamente, no todos los patógenos son capaces de producir la próxima pandemia. La muerte negra, que acabó con un tercio de la población de Europa en el siglo XIV, fue causada por la bacteria Yersinia pestis. Con los antibióticos modernos, por lo general no es necesario preocuparse por las bacterias, al menos hasta que una súper bacteria resistente a todos los antibióticos encuentra una manera de propagarse. Sin embargo, algunas infecciones tienen el potencial de causar lo que los científicos llaman simplemente the next big one (la próxima grande). “Próxima”, porque este tipo de cosas ya ha ocurrido antes -pensemos en la pandemia de gripe española de 1918- y “grande” debido a que la escala y el costo para la sociedad pueden ser enormes. La siguiente grande podría ser una amenaza conocida, como el virus del Ébola o la influenza aviar, o podría ser algo de lo que nunca hemos oído hablar. Los expertos están de acuerdo en el agente que más probabilidades tiene de causar la próxima pandemia será un virus, más específicamente, un virus de ARN. Estos virus son las bestias negras de los infectólogos, y son responsables de la influenza, el síndrome respiratorio de Medio Oriente, la enfermedad por el virus del Ébola (EVE), el síndrome respiratorio agudo severo, la poliomielitis y el VIH, entre otros. También causan enfermedades menos conocidas, pero con el potencial de convertirse en la próxima grande: la fiebre hemorrágica de Marburg, la fiebre hemorrágica de Lassa, la infección por el virus Nipah, la fiebre del Valle del Rift y la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo, por nombrar algunas. (A principios de septiembre un hombre murió a causa de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo en España, el primer caso autóctono en Europa occidental). Al contrario de lo que ocurre con las células que componen los seres vivos, los virus son austeros. Sólo portan la cantidad de código genético que sea necesario para entrar en una célula y hacerse cargo de su maquinaria. Los virus de ARN carecen del código genético para producir una enzima que corrige errores llamada ADN-polimerasa. Esto significa que su tasa de mutación es mucho mayor que cualquier otro tipo de organismo. Esta alta tasa de mutación sería una maldición para un organismo mayor, pero para los virus de ARN, es una gran ayuda. La mayoría de las mutaciones producirán un virus menos potente, pero de vez en cuando una le dará un nuevo y desagradable poder: la capacidad de ser más perjudicial para un nuevo huésped. Si un virus con esta evolución encuentra un nuevo huésped, puede desatar una nueva epidemia. La otra cosa de la que los expertos están muy seguros es que la próxima grande será una enfermedad zoonótica: una capaz de saltar de los animales a los humanos. El temor de tal evento es la razón por la que la carne de animales salvajes tiene tan mala reputación. A diferencia de la viruela –erradicada- y la poliomielitis -casi erradicada-, las enfermedades zoonóticas no pueden ser erradicadas, a menos que también se pueda erradicar todas las especies que sirven como reservorios de estos patógenos. La peste negra, la gripe española y el VIH –las causas de las tres más grandes pandemias conocidas- son todas enfermedades zoonóticas, y así, casi con total seguridad, será la próxima grande. En 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó una lista de las principales enfermedades emergentes “susceptibles de causar brotes graves en un futuro próximo”. No es casualidad que todas las enfermedades de la lista son enfermedades zoonóticas causadas por virus de ARN, que convierten a los animales –en su mayoría silvestres- en reservorios donde esconderse. Para entender por qué la preocupa de la OMS, tenemos el ejemplo del virus de la influenza A(H5N1). Entre 2003 y 2014, este virus de ARN, que causa la influenza aviar, infectó a unas 600 personas, matando a más de la mitad de ellas. Aunque las cepas actualmente conocidas del virus pueden matar, no tienen la capacidad de pasar de un humano a otro. Esto es lo que, según la OMS, mantiene la mayoría de los casos de influenza A(H5N1) restringidos a contagios directos de un reservorio, principalmente patos silvestres, a un humano. Pero un estudio de 2012 en hurones mostró la facilidad con que este virus de la influenza podría adquirir mutaciones que le permitan pasar de un mamífero a otro. Científicos del Centro Médico Erasmus, en los Países Bajos, transfirieron virus A(H5N1) de la nariz de un hurón a otro y luego a otro. Repitieron esto diez veces, y al final del experimento, a través de una mera mutación aleatoria y replicación, el virus había adquirido la capacidad de transferirse de un hurón a otro sin la ayuda de los científicos. La implicación de su estudio, que estuvo envuelto en polémica, es que una mutación tan crucial de hecho podría ocurrir por azar. En el caso de los hurones, los científicos tiraron los dados diez veces para dar con una cepa mortal y fácilmente transmisible. No se sabe cuántas tiradas serán necesarias para lograr un efecto similar en una cepa humana. Lo que sí sabemos es que cada interacción humano-animal, tal como la caza de un animal salvaje, representa una tirada de dados para que el virus salte a una nueva especie. Los faisanes son un manjar en Gran Bretaña. En Estados Unidos, el ciervo canadiense (Cervus canadensis) es una popular presa de caza. Los avestruces (Struthio camelus) proporcionan la carne roja más magra que se puede comprar en Sudáfrica. La marmota mongol (Marmota sibirica) es un manjar en su tierra de origen. Y la lista continúa. Riesgoso o no, hay un enorme mercado para la carne de animales silvestres en todo el mundo. Toda la carne silvestre es peligrosa hasta cierto punto. Se debe tener en cuenta el brote de triquinelosis de 2012 en Europa, el primero en más de 20 años. Los investigadores encontraron en Italia que salchichas sin cocinar elaboradas con carne de jabalí (Sus scrofa) eran responsables de infectar a más de 30 personas con el patógeno Trichinella britovi. Un brote de carbunco en la Península de Yamal, en Rusia, causó la muerte de 2.349 renos (Rangifer tarandus), cuatro perros y un niño de 12 años, infectando además a 25 personas. El origen puede remontarse a cadáveres de renos que habían muerto 75 años atrás durante un brote de carbunco. El calentamiento global puede haber hecho que los cadáveres se descongelaran, y el patógeno Bacillus anthracis probablemente contaminara el suelo circundante. Sin embargo, algunas carnes silvestres son mucho más peligrosas que otras. Los bosques tropicales son el hogar de un número mucho mayor de especies que otros tipos de bosque, lo que significa que sus habitantes pueden portar más tipos de microbios causantes de enfermedades que los animales salvajes de otras partes del mundo. La carne de animales silvestres de África ha demostrado ser la fuente de flagelos tales como el VIH y, más recientemente, del brote de EVE de 2014, que hizo correr un escalofrío por la espalda de los epidemiólogos. Como el escritor David Quammen relata en su libro de 2012 Spillover, los científicos habían predicho una gran epidemia de EVE. Durante décadas, un trabajo cuidadoso había detectado brotes en África Occidental y Central. Ninguno, sin embargo, había matado a más de unos pocos cientos de personas. El brote de 2014 se veía diferente, y eso es lo que era preocupante. Se estaba propagando más rápidamente, mientras mantenía una notablemente elevada tasa de letalidad (cercana a 70%). Cuando se la dio por terminada, dos años más tarde, había infectado a 28.000 personas y matado a más de 11.000. A pesar de que se ha estado estudiando durante décadas el virus del Ébola, no se conocían entonces, y aún no hoy no se conocen, algunas de las cosas más básicas sobre el virus. Por ejemplo, ¿qué animal es el reservorio a partir del cual se contagian las personas? La falta de preparación fue asombrosa: no había ninguna vacuna contra la EVE cuando estalló en 2014, y desarrollar una podría tomar años. Incluso con las vacunas candidatas existentes hoy, tomará al menos un año testearla, aprobarla, y fabricarla, y el test sólo puede realizarse durante un brote de EVE para asegurar que los resultados de los ensayos son fiables. El brote de 2014 mostró que no estamos ni siquiera cerca de estar preparados para hacer frente a la próxima grande. El único aspecto positivo fue que el mundo comenzó a tomar más en serio los contagios de enfermedades a partir de animales. Muchos países africanos intensificaron su lucha contra la carne de caza ilegal, con el agregado de algunos murciélagos, el principal sospechoso como reservorio del virus del Ébola, a la lista de especies cuya caza está prohibida. The Guardian destacó la práctica de comer smokies, un manjar de África Occidental que es ilegal en Gran Bretaña. Newsweek publicó un artículo acerca de cómo los neoyorquinos pueden comprar fácilmente carne de caza ilegal, en la que, a pesar de que no se detectó el virus del Ébola, si se encontraron otros posibles patógenos humanos, tales como el virus espumoso del simio y herpesvirus. El informe más pertinente, sin embargo, provino de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En él anotó las etapas necesarias para que un europeo se infectado por el virus del Ébola a partir de carne de animales silvestres: “1) la carne de un animal silvestre es contaminada con el virus del Ébola; 2) esa carne es introducida ilegalmente en la Unión Europea; 3) esa carne importada debe contener virus viables cuando llega a la persona; 4) la persona debe ser expuesta al virus; y 5) la persona debe infectarse después de la exposición”. La EFSA concluyó entonces en que, a pesar de que no se conocen las probabilidades para cada uno de esas etapas para evaluar el riesgo absoluto de un caso de EVE en Europa, con base en la experiencia pasada acerca de este tipo de eventos, se puede “suponer” que el riesgo es bajo. Y, sin embargo, es este tipo de eventos el que tiene el potencial de causar estragos. El Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos describe una pandemia de este tipo como un ‘evento de cisne negro’. El escritor y ex corredor de bolsa Nassim Nicholas Taleb, quien desarrolló la Teoría de Eventos de Cisne Negro, dice que es inútil tratar de predecirlos. En su lugar, hay que prepararse para los negativos (y, por supuesto, aprender a explotar los positivos).8 Entonces, ¿qué se puede hacer para prevenir o prepararse ante un brote causado por la carne de animales silvestres? En primer lugar, se pueden encontrar maneras de reducir la propagación de patógenos de los animales a los humanos, reduciendo el consumo de carne de animales silvestres en África y en el resto del mundo. En segundo lugar, se puede desarrollar una estrategia para enfrentar esta propagación cuando se produce, para evitar que se convierta en un brote. Pero antes de que podamos empezar a reducir el número de animales salvajes muertos por su carne, es necesario entender las distintas respuestas a una pregunta: ¿por qué la gente la come? En las áreas rurales de África, las personas dependen de la carne de animales silvestres para su sustento. La carne de las ratas espinosas (Thryonomys sp.), los duikers (subfamlia Cephalophinae, de la familia Bovidae), y otros animales silvestres es generalmente más barata que las carnes de granja, tales como las de pollo y cordero. Es por ello que la transición de consumir carne de animales silvestres a la de animales domésticos no ha ocurrido en muchos lugares de África Occidental y Central. “Criar animales domésticos es bastante difícil. No hay pasto y hay muchas moscas tsé-tsé”, dice Michelle Wieland, de la Wildlife Conservation Society. “En una pequeña ciudad de África Central, una madre debe decidir entre si debe gastar lo poco que tiene en comprar un cuarto kilo de pollo o un kilo de carne de caza. Las personas prefieren comer animales silvestres, ya que son casi gratis”, añade. Sin embargo, en la situación correcta y con la ayuda de los gobiernos, algunos lugares han hecho esa transición. “En Camerún, hace diez años, se estaban vaciando las selvas. A cada lugar que se iba, había campamentos de caza. Cuando volví este año, no había ninguno”, dice Liz Greengrass, de la Born Free Foundation. “Hay muchas razones. Estas áreas probablemente fueron sobreexplotadas. Hay una mejor aplicación de la ley en la actualidad. Muchos se han convertido en cultivadores de cacao”. Más allá de la accesibilidad y la asequibilidad, hay un lado humano más matizado de lo que elegimos para comer. “La mayoría de la gente prefiere comer lo que han crecido comiendo”, dice Greengrass. Ella cree que una gran cantidad de la demanda proviene de aquellos que han nacido en las zonas rurales y luego emigraron a las ciudades africanas o incluso a Occidente. Por lo tanto, en el África urbana y en el resto del mundo, la carne de animales silvestres es generalmente considerada un plato exótico y tiene un precio más alto que el de la carne de granja. Aunque en términos absolutos la cantidad de carne de animales silvestres que se consume fuera del África rural es pequeña, su precio está promoviendo la proliferación de cazadores profesionales. Una rata espinosa puede costar en Londres más de 38 dólares. Un mono en Francia puede costar más de 130 dólares. Los precios en el país de origen pueden ser inferiores a la décima parte de los que se perciben en Occidente. “Los cazadores comerciales pueden obtener mucho dinero”, dice Greengrass, algunos más de 1.000 dólares al mes, varias veces el ingreso promedio mensual de un ciudadano de un país de África Occidental o Central. Y, desde la perspectiva de la conservación, Michelle Wieland cree que la caza con fines de contrabando –para alimentar a las personas de las ciudades o enviar la carne a otros países- es un problema mayor que las personas que consumen carne de animales silvestres para obtener la suficiente proteína para sobrevivir. “Los individuos llevan carne de animales silvestres al volver a Occidente para su uso personal o para la familia y amigos”, dice Jenny Morris, del Chartered Institute of Environmental Health, el cuerpo profesional de trabajadores de salud ambiental. “Lo que está menos claro es el volumen de este tráfico comercial. Debido que se trata de un producto de alto valor, y está prohibida su venta, conocer el volumen de ese mercado es casi imposible”. En 2012, una investigación encontró que los carniceros de Ridley Road Market en Londres estaban vendiendo carne de animales silvestres. No estaba a la vista, pero si se la pedía adecuadamente, se podía conseguir una rata espinosa, una prima más grande de la rata común que se encuentra en África Occidental y que allí es considerada un manjar. La investigación también reveló que entre 2009 y 2012, a pesar de que tenían conocimiento de la venta de carne ilegal, los funcionarios de salud ambiental sólo habían realizado dos visitas de control. Peor aún, a ninguno de los comercios se les revocó su licencia. El Concejo local manifestó que el número de visitas de control se ha incrementado considerablemente desde 2012. Uno de los mayores problemas del comercio internacional de carne de animales silvestres es que no se tiene una buena idea de la dimensión real del problema. En Gran Bretaña, el Departamento de Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales (DEFRA) publica informes anuales sobre el embargo de mercaderías ilícitas que entran al país. En 2014 se confiscaron unas 40 toneladas de carne de todo el mundo. Sin embargo, no aclara cuánta era carne de animales silvestres. Se estima que sólo 10% de la carne de animales silvestres que llega a Gran Bretaña es confiscada en las aduanas. Y se sabe poco acerca de la carne que llega. “Actualmente se confisca, se empaqueta, y luego se incinera antes siquiera de que entre formalmente a Gran Bretaña, sin que nadie inspeccione para detectar las especies o probables agentes patógenos”, dice Rob Ogden, presidente de la Society for Wildlife Forensic Science. En 2005, cuando Ogden formaba parte de una compañía que él creó, llamada Wildlife DNA Services, convenció al gobierno de Gran Bretaña para tratar de hacer algo por el problema de la carne de caza. Con la ayuda de Hacienda y Aduanas de Su Majestad y DEFRA, Ogden y su colega Ross McEwing comenzaron a trabajar. “Fuimos a Heathrow. Montamos un laboratorio. Teníamos un perro rastreador para revisar el equipaje de los pasajeros y recoger todo tipo de productos alimenticios. Luego de esas muestras extrajimos ADN y lo secuenciamos.” Su informe de 2007 analizó 230 muestras de carne. Siete fueron reconocidos como carne de animales silvestres (cuatro pangolines, un sitatunga, una rata espinosa, y una especie de cerdo salvaje). Incluso analizaron algunas muestras compradas por las autoridades locales en los mercados de Londres con la ayuda de la Agencia de Estándares de Alimentos (FSA). Tres de estas muestras eran de rata espinosa. Tras el informe, Ogden convenció a la FSA para desarrollar un método estandarizado para detectar carnes de animales silvestres. Pero entonces el interés del gobierno disminuyó y, por lo que él sabe, nunca se ha utilizado. “No creo que los oficiales vayan de rutina a los mercados y traten de identificar la carne de caza que se vende ilegalmente, o analizarla incluso cuando la están confiscando. Cuando saben que es ilegal, tienen motivos para confiscar y enviarla para su incineración. Rara vez se hace un seguimiento. Si no necesitan conocer los detalles a nivel de especie para confiscar, entonces es poco probable que la analicen”, dice Ogden. Un informe del DEFRA de 2013 respaldó su reclamo, afirmando que “no hay laboratorios que analicen la carne de caza o exótica debido a la falta de demanda por parte de la autoridad local”. La recesión de 2008 puede haber tenido, en parte, algún efecto. “Especialmente después de la crisis financiera, todos los departamentos con los que hemos hablado fueron cerrados o reducidos”, dice Ogden. “No hay recursos para hacer cosas que no son responsabilidad inmediata y directa de un departamento”. La carne de animales silvestres también sufre de otro obstáculo burocrático: debido a que múltiples departamentos gubernamentales están implicados en el comercio de vida silvestre, las responsabilidades del manejo de la carne de caza también está dividida. El DEFRA se ocupa de los organismos internacionales que establecen los reglamentos para el comercio de vida silvestre, por ejemplo; el Ministerio del Interior se ocupa de la seguridad fronteriza para confiscar la carne de caza que se mueve a través de los puertos y aeropuertos; la FSA trabaja con las autoridades locales para detener la venta de carne de animales silvestres; y así. Para Europa en su conjunto, la estimación más reciente de la dimensión del mercado ilegal de la carne de caza proviene de un estudio de incautaciones efectuadas en el Aeropuerto ‘Charles de Gaulle’ en París en 2010. Marcus Rowcliffe, de la Sociedad Zoológica de Londres y sus colegas confiscaron cerca de 200 kilogramos de carne de animales silvestres durante esos controles. Con la ayuda del análisis estadístico, estimaron que alrededor de cinco toneladas de carne de animales silvestres entra a Europa cada semana. 10 “El volumen y la naturaleza de la importación y el comercio sugiere la emergencia de un mercado de lujo de carne de caza africana en Europa. Las importaciones son el suministro de un sistema organizado de comercio que no satisface exclusivamente el consumo personal”, escribieron Rowcliffe y sus colegas en su estudio. “Esto lo indica el gran tamaño de muchos envíos individuales de carne de caza, y la presencia de comerciantes en París que pueden proveer carne de animales silvestres a pedido”. Los informes sugieren una operación realizada en aeropuertos belgas en 2013 que detectó cantidades similares de carne de animales silvestres, lo que indica que el comercio internacional sigue siendo muy fuerte. Sin embargo, no ha habido estimaciones más recientes. Rowcliffe dijo que trató de actualizar su propio análisis a partir de 2010, pero se encontró con que los gobiernos o bien no disponen de los datos o no están dispuestos a compartirlos. En ausencia de datos, y sin el compromiso del gobierno para conocer más, es difícil dimensionar el contrabando de carne de caza ilegal. Pero una manera de reducirlo –junto con el riesgo del contagio de una enfermedad humana a partir de un animal infectado- sin importar dónde está sucediendo, es encontrar una fuente sustentable para las especies ‘salvajes’ de las que gusta el paladar de la gente. En la Experimental Burger Society, en Londres, se pueden saborear carnes exóticas sin los riesgos concomitantes, gracias a un proveedor llamado Freedown Food. La empresa cumple con todas las regulaciones de Gran Bretaña y Europa. Su lista incluye cocodrilo de Namibia, avestruz de España, bisontes de Canadá, y cebras y antílopes de Sudáfrica. Incluso algunos países que se sabe que son el origen de la carne de caza están buscando este tipo de opción. Por ejemplo, las ratas espinosas, una delicatessen de Ghana, están siendo criadas en Accra, la capital del país, para sus residentes urbanos. Otras especies, como antílopes, erizos y ardillas, también podrían potencialmente ser criadas, y tal vez disminuir la demanda de carne de animales silvestres de especies en peligro de extinción, tales como simios, monos, elefantes, pangolines, y grandes felinos. Es posible también que los habitantes de las ciudades estarían dispuestos a pagar un poco más para saber que los animales en sus platos fueron tratados bien y están libres de enfermedades. La realidad es que, incluso con un mayor apoyo de los gobiernos y más formas sustentables de satisfacer la demanda por especies “salvajes”, es poco probable que se detenga por completo el comercio de carne de animales silvestres. Es imposible regular el consumo rural en África Occidental y Central. Y, al igual que lo que ocurre con el comercio ilegal de drogas, siempre habrá gente dispuesta a pagar por ciertos productos y vendedores que encontrarán la forma de contrabandearlos. Entonces, ¿qué podemos hacer para prepararnos ante el salto de un patógeno animal a un humano y evitar que se convierta en una pandemia en toda la regla? Además, los países más pobres del mundo no pueden permitirse el lujo de invertir mucho, en todo caso, en la preparación y la prevención de epidemias. Y, como las enfermedades infecciosas no respetan fronteras, es vital un enfoque conjunto. Por lo tanto, debemos pensar globalmente, y el candidato obvio para liderar las acciones es la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por desgracia, la OMS es un candidato imperfecto. Un análisis independiente de su respuesta al brote de EVE de 2014 encontró tres grandes problemas: falta de preparación, subestimación de los riesgos y escasez de fondos. La OMS aprendió las lecciones de la manera difícil y desde entonces ha trabajado mucho para mejorar. La respuesta de la organización al brote de fiebre zika de 2015, una enfermedad menos mortal que la EVE, pero que se ha extendido más ampliamente, ha sido mejor. La OMS dio la voz de alarma relativamente pronto y utilizó algo del dinero del fondo de emergencia creado después de la investigación del virus del Ébola. Sin embargo, aún todavía no se ha detenido la propagación de la fiebre zika, que hoy afecta a más de 60 países y territorios de las Américas, África y Asia. Las cosas podrían haber sido diferentes si se hubiera contado con una vacuna contra el virus del Ébola o el Zika. Pero el desarrollo de vacunas no es trabajo de la OMS. Afortunadamente, hay un pequeño pero creciente número de organizaciones que trabajan para llenar este vacío crucial. Uno de ellos son los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), de Estados Unidos, creado en la década de 1940 como una unidad de lucha contra la malaria. Uno de sus objetivos principales hoy es entender las enfermedades infecciosas emergentes. Apoyando el trabajo de los CDC está la organización no lucrativa Global Viral. Desde 2003, ha estado recolectando muestras de sangre de los cazadores de animales silvestres en toda África. Su objetivo es detectar nuevos virus y desarrollar sistemas de alerta temprana para prevenir pandemias. Más recientemente, en agosto de 2016, comenzó su trabajo la Coalición para la Innovación en Preparación para Epidemias (CEPI). Espera crear vacunas candidatas para todas las enfermedades infecciosas emergentes en el orden de prioridad que la OMS ha establecido. La premisa es simple: las vacunas son la mejor póliza de seguro se puede comprar contra la próxima grande. Después de pasar milenios con los animales salvajes, por fin estamos comprendiendo mejor las conexiones invisibles, microbianas que nos unen. Aunque hemos coexistido sin problemas durante la mayor parte del tiempo, sólo se necesita un patógeno que salte de un animal a un humano para cambiar el mundo. Puede que no seamos capaces de predecir cuándo y cuán grande será la próxima. Pero hay una cosa que sí sabemos: debemos estar preparados.