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jueves, 17 de noviembre de 2016

ESTADOS UNIDOS: AVANZA EL FLAGELO DE LAS ‘SÚPER BACTERIAS’, Y LAS CIFRAS SE DISPARAN

10 de septiembre de 2016 – Fuente: Reuters
Josiah Cooper-Pope, un bebé que nació 15 semanas antes de la fecha prevista, logró superar bien sus primeros 10 días de vida en la unidad de cuidados neonatales de un hospital de Estados Unidos. Pero, de repente, su pequeño cuerpo comenzó a inflamarse tanto que su piel se abrió. Su madre, Shala Bowser, dijo que las enfermeras del Hospital Chippenham en Richmond, Virginia, le dijeron que Josiah tenía una infección y que debía prepararse para lo peor. El 2 de septiembre del 2010, el bebé de 17 días murió. Lo que nadie le dijo a Bowser en el hospital fue que su hijo era el cuarto bebé en la unidad de neonatología que contrajo la misma infección: Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM). Según los registros, la bacteria infectó a otros ocho pacientes –casi todos los bebés de la unidad–, antes de que se declarara el brote. Cuando Bowser fue al hospital a obtener una copia del certificado de defunción de Josiah, leyó en la línea de causa de muerte: “Sepsis debido a (o como consecuencia de): Prematuridad”. Si bien la sepsis es una complicación de una infección, en ningún lugar del certificado se mencionaba al SARM.
“Me duele el corazón. Vi lo que esto le hizo a mi bebé, y ellos luego sólo tiraron un puñado de palabras sobre el certificado de muerte”, dijo Bowser llorando. Según los certificados, Emma Grace Breaux, de 3 años, murió por complicaciones de una gripe; Joshua Nahum, de 27, falleció por complicaciones ligadas a un accidente de paracaidismo; y Dan Greulich, de 64, murió por una arritmia cardíaca después de un trasplante combinado de hígado y riñón. Pero los registros médicos muestran que en cada uno de esos casos, y en otros, la muerte fue resultado de una infección con una bacteria resistente a la medicación que los pacientes contrajeron mientras eran atendidos en hospitales. Sus certificados de defunción omiten cualquier mención a infecciones. Quince años después de que el Gobierno estadounidense declaró a las infecciones resistentes a los antibióticos como una amenaza grave para la salud pública, una investigación reveló que las muertes ligadas a estas infecciones quedan ocultas e impiden que la nación pueda luchar contra un flagelo que cobra un alto precio en vidas humanas.
“Necesitas saber”
Decenas de miles de muertes por infecciones resistentes a los antibióticos –así como muchos más casos en los cuales los pacientes enferman pero no mueren– no se contabilizan adecuadamente porque las agencias federales y estatales están haciendo un trabajo muy pobre al respecto. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y otras agencias sanitarias oficiales de Estados Unidos carecen de los recursos políticos, legales y financieros para imponer controles rigurosos. Como resultado, pasan por alto a personas como Natalie Silva de El Paso, en Texas, quien contrajo SARM tras dar a luz y murió de complicaciones relacionadas con la infección casi un año después, a los 23 años. Las hermanas de Silva lucharon hasta conseguir que el hospital mencionara al SARM en su certificado de defunción. Aun así, su muerte no entró en las estadísticas: ni el Departamento de Salud de Texas ni los CDC llevan un registro de los decesos por infecciones resistentes a los antibióticos. Derrotar una enfermedad infecciosa peligrosa requiere de una contabilidad precisa de dónde y cuándo ocurren las muertes y quiénes corren más riesgo, algo que Estados Unidos aprendió en su lucha contra el VIH/sida. Eso permite a las agencias de salud colocar con celeridad el dinero y el personal donde se necesita. Pero el país aún no ha dado los pasos más simples que se necesitan para monitorizar las infecciones resistentes a los medicamentos. “Necesitas saber qué tanta gente está muriendo de una enfermedad”, dijo Ramanan Laxminarayan, director del Centro para la Dinámica, Economía y Política sobre Enfermedades (CDDEP), una organización con sede en Washington y New Delhi. “Para bien o para mal, es una señal de qué tan grave es”. Las infecciones resistentes a los fármacos no se incluyen en los certificados de defunción por varias razones: los médicos y otros profesionales tienen poca instrucción sobre cómo llenar los formularios, algunos no quieren esperar los muchos días que puede llevar la confirmación de laboratorio, y la infección puede quedar solapada por algún otro padecimiento grave. Además, hay un poderoso incentivo para no mencionar las infecciones adquiridas en el hospital: registrar esas muertes documenta las fallas propias. Reconocer esas infecciones puede generar juicios contra los centros y profesionales médicos, dañar sus relaciones públicas y causar pérdidas de reembolsos de las compañías de seguro. Los doctores y otros profesionales de la salud también simplemente pueden no saber la importancia de llevar un registro de las infecciones. Sandy Tarant, el médico que firmó el certificado de defunción de Josiah Cooper-Pope, dijo que pensó que “no importaba” si citaba la infección con SARM. Desde el punto de vista legal, está en lo correcto. La mayoría de los estados no piden que los médicos precisen si el SARM fue un factor en el deceso. Washington e Illinois son las excepciones.
“Pintura impresionista”
Ni siquiera los CDC tienen una aproximación certera de la magnitud del problema. La agencia estima que 23.000 personas mueren cada año de 17 tipos de infecciones resistentes a los fármacos y que otras 15.000 fallecen por Clostridium difficile, una bacteria ligada al uso prolongado de antibióticos. Las cifras aparecen usualmente en las noticias y en publicaciones académicas, pero son más que nada conjeturas. Al analizar los cálculos de los CDC, se halló que las estimaciones se basan en pocos reportes efectivos de muertes por infecciones resistentes a los medicamentos. La agencia depende en gran medida de pequeñas muestras de infecciones y muertes recabadas en no más de 10 estados en un año, el 2011. Y la mayoría no incluye lugares muy poblados como Florida, Texas, la ciudad de New York y el sur de California. Los CDC extrapolan de esas pequeñas muestras la mayoría de sus estimaciones para el país, lo que genera tanta incertidumbre estadística como para que las cifras sean inservibles para propósitos como combatir una crisis de salud pública persistente. Al describir las estimaciones, incluso los funcionarios de los CDC usan expresiones como “aproximaciones” y “algo de luz en la oscuridad”. Michael Craig, asesor de los CDC para la coordinación y estrategia contra la resistencia a los antibióticos, dijo que la agencia ha sido presionada por el Congreso y la prensa para ofrecer “el número total”, que es más “una pintura impresionista que algo de naturaleza más técnica”. Funcionarios de los CDC manifestaron que el reporte de estimaciones de 2013 se publicó “pese a sus limitaciones, por la gran preocupación sobre la gravedad de la amenaza”. La agencia dijo que está trabajando para mejorar sus cálculos. Diferencias en los números Ante la falta de un sistema de control nacional unificado, el costo de la supervisión de las infecciones resistentes a la medicación y las muertes ligadas a ellas recae sobre cada estado. Un sondeo a los departamentos de salud de los 50 estados y el Distrito de Columbia halló grandes variaciones en cómo registran las siete principales infecciones por ‘súper bacterias’, si es que lo hacen. Sólo 17 estados requieren la notificación de infecciones por C. difficile, por ejemplo, mientras que 26 y Washington DC exigen el reporte de SARM. Menos de la mitad de los estados pide que se informen las infecciones por enterobacterias resistentes a los carbapenemes (ERC), una familia de patógenos a los que los CDC califican como una “amenaza urgente” y que cobró notoriedad cuando más de 200 personas enfermaron por contaminación hospitalaria en 2012-2015. En tanto, 24 de los estados y el Distrito de Columbia –una zona que nuclea a tres de cada cinco estadounidenses– dijeron que no tienen cálculos regulares de muertes por infecciones resistentes a los antibióticos. En cambio, los 50 estados piden reportes de muertes por sida y los decesos por hepatitis C y tuberculosis también son muy monitorizados. En el sondeo, los estados reportaron un total de alrededor de 3.300 muertes por infecciones resistentes a los medicamentos entre 2003 y 2014. Pero esa es una pequeñísima fracción de la cifra real. Un análisis de los certificados de defunción reveló que a nivel nacional las infecciones resistentes a los fármacos eran mencionadas como causa parcial o absoluta de la muerte de más de 180.000 personas durante el mismo período. Para realizar el análisis, se trabajó con la División de Estadísticas Vitales de los CDC para buscar transcripciones textuales de los certificados de muerte e identificar los casos relevantes. Los números del análisis también indican que el problema está empeorando a nivel nacional ya que la cantidad de muertes por infecciones resistentes a los medicamentos se duplicó desde 8.600 en 2003 a alrededor de 16.700 en 2014. Parte del aumento podría deberse a una mayor concienciación de los médicos. Los certificados de muerte no son una medición perfecta. Pero aunque puede haber errores, contienen indicios. Por eso, grupos de defensa de pacientes pidieron a los CDC en 2011 que sumen una pregunta sobre infecciones adquiridas en el hospital a su certificado de defunción estándar, usado por muchos estados. El director de los CDC, el Dr. Thomas R. Frieden, escribió que iba a evaluar incluir el pedido en los debates del siguiente encuentro en el que la agencia revisara el tema, pero que no había planes de ningún cambio “en el futuro cercano”. En un comunicado, Frieden dijo: “Si bien los certificados de defunción brindan información útil, la triste realidad es que no proveen información clínica detallada”.
Lucha por la vanguardia
Las bacterias resistentes a los antibióticos fueron descubiertas casi junto con los propios antibióticos. Alexander Fleming creó en 1928 la penicilina, el primer antibiótico moderno, y con él se salvaron millones de vidas que pocos años antes hubieran sido fatales. Para 1940, expertos ya reportaban bacterias que habían desarrollado resistencia al fármaco. La ciencia moderna quedó entonces sumida en una lucha por la vanguardia con el mundo de las bacterias. Mientras los investigadores desarrollaban una nueva clase de fármacos para reemplazar a aquellos que se volvían ineficaces, pronto las bacterias volvían a mostrar resistencia a la nueva medicación. El problema empeoró con la prescripción excesiva de antibióticos y su uso en animales de granja. En 1990 las infecciones resistentes a los medicamentos ya habían alcanzado proporciones críticas. Paradójicamente, los avances en la medicina han sido un gran motivo por el cual la epidemia empeoró. Actualmente más personas que nunca viven con sistemas inmunes débiles, como los bebés prematuros, los ancianos, las personas con cáncer, con VIH y otras enfermedades que antes eran letales y ahora suelen ser condiciones crónicas. Es por eso también que las ‘súper bacterias’ suelen aparecer en hospitales, hogares de cuidado y otras instalaciones sanitarias, todos lugares donde las poblaciones susceptibles están concentradas. En 2001, un grupo liderado por los CDC, la Administración de Alimentos y Medicamentos y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos declaró las infecciones resistentes a los antibióticos como una grave amenaza a la salud pública y lanzó un plan de acción para abordar el problema. Las recomendaciones del grupo incluyen crear un plan de supervisión nacional y acelerar el desarrollo de nuevos antibióticos. Pero aún hoy cuesta que los profesionales tomen medidas preventivas tan básicas para el control de infecciones como el lavado de manos. Desde 1987 no se ha aprobado ninguna clase nueva de antibióticos para uso médico.