AUTOR: Christian TRIGOSO
Por los fósiles estudiados y que corresponden a la época de los carbones se evidenció que los cocos (formas bacterianas redondeadas) ya existían, así mismo se asevera que en el pérmico aparecieron bacterias patogénicas, ya que se observa cambios óseos en los reptiles de esa época.
Con la aparición del hombre sobre el planeta también comenzaron sus males (enfermedades infecto-contagiosas), el binomio hombre-microbio interaccionó desde los albores de la humanidad, además de que implementó ciertos procesos en base a la fermentación de algunos productos (uva, maíz), sin imaginar que los microbios eran las causas para contar con el vino o la “chicha”.
Las antiguas culturas comprendieron que existían ciertas enfermedades por las cuales los afectados debían ser separados del pueblo para no causar la diseminación de estos morbos que evidentemente poseían una explicación astral o demoníaca, sin embargo y a guisa de ejemplo baste citar a la Biblia que en el Pentateuco (Levítico) da las normas para diagnosticar y separar a los afectados por ejemplo de lepra, amén del reconocimiento de ciertas patologías femeninas, convirtiéndose en un pequeño compendio de salud publica para evitar problemas mas graves en lo posterior.
Los egipcios llegaron a manejar muy bien el fenómeno de la momificación, evitando de esta forma la putrefacción (otro proceso microbiano) y preservando así los cuerpos por bastante tiempo.
Posteriormente Hipócrates y Galeno enunciaron la hipótesis de la naturaleza viva (contangium vivum) de los gérmenes de las enfermedades infecciosas.
Lucrecio en su De Rerum Naturae planteó también el hecho de que “semillas de la enfermedad” se transmitían de los enfermos a los sanos provocando la aparición de cuadros infecciosos.
De aquí en adelante sobrevino un largo período de tiempo en el cual la humanidad se sumió en la obscuridad, época en la que el pensamiento aristotélico y ptolomeico se impusieron, explicando todos los fenómenos a través de un secante dogmatismo, arreciando epidemias que casi acabaron con la población de entonces, recuérdese por ejemplo a la Gran Mortandad (Peste Negra) que a mediados de 1300 tomó por asalto Europa, diezmando ciudades enteras y provocando la muerte de millones de habitantes (muchos más que los muertos durante toda la segunda guerra mundial de este ultimo milenio); y es que la incipiente ciencia se veía sometida a presiones de las clases gobernantes, dando por resultado superstición y charlatanería que intentaban dar explicaciones por además absurdas a las causas etiológicas y modos de transmisión de estas enfermedades que azotaron a estos pueblos.
El primer hombre que emitió una teoría bastante sólida sobre la causa de las enfermedades epidémicas fue Jerónimo Fracastorius (el sabio de Verona) quien en 1546 publicó un libro denominado “De contagionibus et contagionis morbis et eorum curatione” donde postuló la existencia de partículas vivas que pasaban del enfermo al sano causándole la enfermedad, además de que identificó los modos de transmisión (per contactum, per fomites, per distans).
En 1658 apareció otro libro llamado “Scrutinium physicomedicum” escrito por el sacerdote jesuita Athanasius Kircher donde indica que es factible observar seres vivos microscópicos en las substancias en descomposición, inclusive se animó a plantear que los vapores vivientes pudieran pasar de una persona enferma a una sana (effluvium animatum).
En el año 1590 los hermanos Jansen construyeron el primer microscopio simple después de pulir afanosamente muchas lentes. En el año 1610 Galileo Galilei construyó también un microscopio simple, al margen de haber construido los telescopios con los cuales descubriría planetas y alcanzaría la inmortalidad empezando a modificar el pensamiento astronómico de su tiempo, situación que se consolidó con los trabajos de Nicolás Copernico y Juan Kepler.
En el año 1621 Huygens informa como Cornelius Dreibel poseía en su taller un aparato que servia para aumentar el tamaño de las imágenes y que más tarde recibió el nombre de microscopium (1625).
Por los fósiles estudiados y que corresponden a la época de los carbones se evidenció que los cocos (formas bacterianas redondeadas) ya existían, así mismo se asevera que en el pérmico aparecieron bacterias patogénicas, ya que se observa cambios óseos en los reptiles de esa época.
Con la aparición del hombre sobre el planeta también comenzaron sus males (enfermedades infecto-contagiosas), el binomio hombre-microbio interaccionó desde los albores de la humanidad, además de que implementó ciertos procesos en base a la fermentación de algunos productos (uva, maíz), sin imaginar que los microbios eran las causas para contar con el vino o la “chicha”.
Las antiguas culturas comprendieron que existían ciertas enfermedades por las cuales los afectados debían ser separados del pueblo para no causar la diseminación de estos morbos que evidentemente poseían una explicación astral o demoníaca, sin embargo y a guisa de ejemplo baste citar a la Biblia que en el Pentateuco (Levítico) da las normas para diagnosticar y separar a los afectados por ejemplo de lepra, amén del reconocimiento de ciertas patologías femeninas, convirtiéndose en un pequeño compendio de salud publica para evitar problemas mas graves en lo posterior.
Los egipcios llegaron a manejar muy bien el fenómeno de la momificación, evitando de esta forma la putrefacción (otro proceso microbiano) y preservando así los cuerpos por bastante tiempo.
Posteriormente Hipócrates y Galeno enunciaron la hipótesis de la naturaleza viva (contangium vivum) de los gérmenes de las enfermedades infecciosas.
Lucrecio en su De Rerum Naturae planteó también el hecho de que “semillas de la enfermedad” se transmitían de los enfermos a los sanos provocando la aparición de cuadros infecciosos.
De aquí en adelante sobrevino un largo período de tiempo en el cual la humanidad se sumió en la obscuridad, época en la que el pensamiento aristotélico y ptolomeico se impusieron, explicando todos los fenómenos a través de un secante dogmatismo, arreciando epidemias que casi acabaron con la población de entonces, recuérdese por ejemplo a la Gran Mortandad (Peste Negra) que a mediados de 1300 tomó por asalto Europa, diezmando ciudades enteras y provocando la muerte de millones de habitantes (muchos más que los muertos durante toda la segunda guerra mundial de este ultimo milenio); y es que la incipiente ciencia se veía sometida a presiones de las clases gobernantes, dando por resultado superstición y charlatanería que intentaban dar explicaciones por además absurdas a las causas etiológicas y modos de transmisión de estas enfermedades que azotaron a estos pueblos.
El primer hombre que emitió una teoría bastante sólida sobre la causa de las enfermedades epidémicas fue Jerónimo Fracastorius (el sabio de Verona) quien en 1546 publicó un libro denominado “De contagionibus et contagionis morbis et eorum curatione” donde postuló la existencia de partículas vivas que pasaban del enfermo al sano causándole la enfermedad, además de que identificó los modos de transmisión (per contactum, per fomites, per distans).
En 1658 apareció otro libro llamado “Scrutinium physicomedicum” escrito por el sacerdote jesuita Athanasius Kircher donde indica que es factible observar seres vivos microscópicos en las substancias en descomposición, inclusive se animó a plantear que los vapores vivientes pudieran pasar de una persona enferma a una sana (effluvium animatum).
En el año 1590 los hermanos Jansen construyeron el primer microscopio simple después de pulir afanosamente muchas lentes. En el año 1610 Galileo Galilei construyó también un microscopio simple, al margen de haber construido los telescopios con los cuales descubriría planetas y alcanzaría la inmortalidad empezando a modificar el pensamiento astronómico de su tiempo, situación que se consolidó con los trabajos de Nicolás Copernico y Juan Kepler.
En el año 1621 Huygens informa como Cornelius Dreibel poseía en su taller un aparato que servia para aumentar el tamaño de las imágenes y que más tarde recibió el nombre de microscopium (1625).