por Heidi Worley
Poco después de que Alexander Fleming descubriera las propiedades de la penicilina para combatir infecciones en 1928, los científicos la declararon un "fármaco milagroso" y un avance médico revolucionario. El uso de la penicilina (el primer antibiótico) se extendió durante la Segunda Guerra Mundial como el primer tratamiento efectivo para las heridas infectadas, que eran la principal causa de muerte durante la guerra(1).
En la actualidad la penicilina, que se venía administrando para combatir una variedad de infecciones bacterianas, incluida la meningitis, la neumonía y la gonorrea, es básicamente inútil en muchos de los casos. ¿Cuál es la razón? El uso indebido o incompleto de este fármaco y otros antibióticos ha hecho que los microbios desarrollen una resistencia a los mismos.
El problema no se limita a la penicilina: La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 50% de todos los medicamentos se recetan, administran o venden indebidamente, y que el 50% de los pacientes no los toman como deben(2), por lo que la resistencia a los antimicrobianos se ha convertido en un importante problema de salud en todo el mundo. En la actualidad se observan cepas de penicilina resistentes a la gonorrea en el 60% de los infectados con esta bacteria, y en el 98% de todas las cepas en el sudeste asiático(3). La tuberculosis, la malaria, la meningitis y otras importantes enfermedades también han desarrollado una resistencia, por lo menos parcial, a los fármacos que en su momento fueron eficaces en su tratamiento.
Para superar el problema de resistencia a los antimicrobianos hay que adoptar un enfoque múltiple que considere las conductas de los consumidores y los proveedores de la atención sanitaria, así como el contexto en que se recetan, venden y compran los medicamentos, y se reglamentan y expiden las licencias para los mismos. Hay una serie de esfuerzos, pero los microbios son listos y actúan con rapidez, por lo que el tiempo apremia.
El surgimiento de microbios resistentes a los medicamentos
La resistencia a los antimicrobianos es un fenómeno biológico exacerbado por el uso indebido de los fármacos. El uso de un medicamento antimicrobiano contra la infección que sea, sin importar la dosis, por un período de tiempo obliga a los microbios a adaptarse o morir, y los que se pueden adaptar transmiten los genes de resistencia contra los fármacos a generaciones futuras de microbios.
Pero cuando los agentes antimicrobianos se utilizan de forma indebida (ya sea por períodos de tiempo demasiado breves, a una dosis muy baja o sin la potencia adecuada), o para la enfermedad que no corresponde, se elevan las probabilidades de que los microbios generen resistencia a los mismos(4). Por ejemplo, tan sólo unos años después de que se ofreciera la penicilina, los científicos empezaron a notar la existencia de una cepa del Staphylococcus aureus que presentaba resistencia. Se trata de una bacteria común que es parte de la flora bacteriana normal humana, y que en ciertas circunstancias puede causar neumonía o síndrome de choque tóxico. Cuando la OMS empezó a dar seguimiento a la resistencia a los antimicrobianos a principios de la década de 1980, se observó una resistencia contra la penicilina de forma sistemática en el 5% de los casos(5). En la actualidad, en algunas regiones, más de la mitad de los casos de neumonía estreptocócica es resistente a esta droga.
En la actualidad las enfermedades infecciosas más mortales en todo el mundo son asimismo las que han adquirido resistencia a los antimicrobianos, y dicha resistencia ha hecho que la atención y el tratamiento de enfermedades tan graves como las diarreicas, las infecciones del tracto respiratorio, las de transmisión sexual, la meningitis, la neumonía y las infecciones que se adquieren en hospitales sean más difíciles y caras de tratar de lo que nunca se hubiera imaginado.
La resistencia a los medicamentos no se limita a los antibióticos. La cloroquina, el fármaco ideal en su momento para combatir la malaria, ya no resulta efectivo en 81 de los 92 países donde la enfermedad es problemática(6). En todo el mundo, desde Europa oriental, al África subsahariana y Asia, se ha presentado un brote de tuberculosis multiresistente a diversos fármacos entre las personas afectadas por el VIH, los trabajadores de salud y la población en general(7). El fenómeno de resistencia a los fármacos también ha comenzado a presentarse respecto a algunos antiretrovirales(8).
Poco después de que Alexander Fleming descubriera las propiedades de la penicilina para combatir infecciones en 1928, los científicos la declararon un "fármaco milagroso" y un avance médico revolucionario. El uso de la penicilina (el primer antibiótico) se extendió durante la Segunda Guerra Mundial como el primer tratamiento efectivo para las heridas infectadas, que eran la principal causa de muerte durante la guerra(1).
En la actualidad la penicilina, que se venía administrando para combatir una variedad de infecciones bacterianas, incluida la meningitis, la neumonía y la gonorrea, es básicamente inútil en muchos de los casos. ¿Cuál es la razón? El uso indebido o incompleto de este fármaco y otros antibióticos ha hecho que los microbios desarrollen una resistencia a los mismos.
El problema no se limita a la penicilina: La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 50% de todos los medicamentos se recetan, administran o venden indebidamente, y que el 50% de los pacientes no los toman como deben(2), por lo que la resistencia a los antimicrobianos se ha convertido en un importante problema de salud en todo el mundo. En la actualidad se observan cepas de penicilina resistentes a la gonorrea en el 60% de los infectados con esta bacteria, y en el 98% de todas las cepas en el sudeste asiático(3). La tuberculosis, la malaria, la meningitis y otras importantes enfermedades también han desarrollado una resistencia, por lo menos parcial, a los fármacos que en su momento fueron eficaces en su tratamiento.
Para superar el problema de resistencia a los antimicrobianos hay que adoptar un enfoque múltiple que considere las conductas de los consumidores y los proveedores de la atención sanitaria, así como el contexto en que se recetan, venden y compran los medicamentos, y se reglamentan y expiden las licencias para los mismos. Hay una serie de esfuerzos, pero los microbios son listos y actúan con rapidez, por lo que el tiempo apremia.
El surgimiento de microbios resistentes a los medicamentos
La resistencia a los antimicrobianos es un fenómeno biológico exacerbado por el uso indebido de los fármacos. El uso de un medicamento antimicrobiano contra la infección que sea, sin importar la dosis, por un período de tiempo obliga a los microbios a adaptarse o morir, y los que se pueden adaptar transmiten los genes de resistencia contra los fármacos a generaciones futuras de microbios.
Pero cuando los agentes antimicrobianos se utilizan de forma indebida (ya sea por períodos de tiempo demasiado breves, a una dosis muy baja o sin la potencia adecuada), o para la enfermedad que no corresponde, se elevan las probabilidades de que los microbios generen resistencia a los mismos(4). Por ejemplo, tan sólo unos años después de que se ofreciera la penicilina, los científicos empezaron a notar la existencia de una cepa del Staphylococcus aureus que presentaba resistencia. Se trata de una bacteria común que es parte de la flora bacteriana normal humana, y que en ciertas circunstancias puede causar neumonía o síndrome de choque tóxico. Cuando la OMS empezó a dar seguimiento a la resistencia a los antimicrobianos a principios de la década de 1980, se observó una resistencia contra la penicilina de forma sistemática en el 5% de los casos(5). En la actualidad, en algunas regiones, más de la mitad de los casos de neumonía estreptocócica es resistente a esta droga.
En la actualidad las enfermedades infecciosas más mortales en todo el mundo son asimismo las que han adquirido resistencia a los antimicrobianos, y dicha resistencia ha hecho que la atención y el tratamiento de enfermedades tan graves como las diarreicas, las infecciones del tracto respiratorio, las de transmisión sexual, la meningitis, la neumonía y las infecciones que se adquieren en hospitales sean más difíciles y caras de tratar de lo que nunca se hubiera imaginado.
La resistencia a los medicamentos no se limita a los antibióticos. La cloroquina, el fármaco ideal en su momento para combatir la malaria, ya no resulta efectivo en 81 de los 92 países donde la enfermedad es problemática(6). En todo el mundo, desde Europa oriental, al África subsahariana y Asia, se ha presentado un brote de tuberculosis multiresistente a diversos fármacos entre las personas afectadas por el VIH, los trabajadores de salud y la población en general(7). El fenómeno de resistencia a los fármacos también ha comenzado a presentarse respecto a algunos antiretrovirales(8).