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viernes, 10 de marzo de 2017

EL CÍRCULO VICIOSO QUE ESTÁ ARRUINANDO LOS ANTIBIÓTICOS

29 de enero de 2017 – Fuente: British Broadcasting Corporation (Gran Bretaña)
En una destartalada granja de cerdos cerca de Wuxi, en la provincia de Jiangsu, China, un extranjero se baja de un taxi. La familia se sorprende: su pequeña granja queda al final de una ruta pedregosa en medio de arrozales. Rara vez llegan extranjeros en taxis pidiendo permiso para usar el baño. El extraño era Philip Lymbery, director de un grupo activista llamado Compasión en la Producción Pecuaria Mundial (CIWF). No está ahí para reprenderlos por las condiciones de vida de sus cerdos, aunque son deprimentes. Los puercos están apretujados en jaulas, sin espacio para moverse. Sin embargo, las condiciones de vida de la familia no son mucho mejores: el baño, descubre el visitante, es un hueco en el suelo entre la casa y el chiquero.
Un montón de agujas
Lymbery está en la zona para investigar si las heces de los cerdos están contaminando el agua. Trató de visitar las grandes granjas comerciales en la vecindad, pero no lo recibieron. Por eso fue a una granja familiar para ver si conseguía acceder. La granjera acepta con beneplácito la invitación a conversar con él. Confirma que tiran los desechos al río y que saben que no deberían hacerlo, pero señala que no hay problema, pues es cuestión de sobornar a un funcionario local. Algo llama la atención de Lymbery: una pila de agujas. Se trata de antibióticos... ¿los prescribió un veterinario? No, explica la granjera, no es necesario tener una receta para comprarlos. En todo caso, los veterinarios cobran muy caro, mientras que los antibióticos son baratos, así que inyecta a sus cerdos rutinariamente con la esperanza de que no se enfermen y así evita tener que llamar al veterinario. Está lejos de ser la única. Las apretadas e inmundas condiciones de las granjas de producción intensiva son caldo de cultivo de enfermedades; pero bajas dosis rutinarias de antibiótico pueden ayudar a mantenerlas bajo control. Además, los antibióticos engordan a los animales. Los científicos están estudiando los microbios de sus intestinos para entender por qué, pero los granjeros no necesitan saber la razón: sencillamente saben que harán más dinero si sus animales son más gordos. No extraña entonces que más animales sanos que enfermos sean inyectados con antibióticos en el mundo. En las grandes economías emergentes, donde la demanda de carne está creciendo con el aumento de los salarios, el uso de antibióticos en la agricultura va camino a doblarse en 20 años.
El costo del beneficio
El uso generalizado de antibióticos cuando no son necesarios por supuesto que no se limita a la agricultura. Muchos doctores son responsables de ello también y ellos deberían estar conscientes del daño que causan, así como los reguladores que permiten que la gente compre antibióticos sin prescripción. Pero a las bacterias no les importa quién tiene la culpa. Ellas están ocupadas desarrollando resistencia contra las drogas, mientras que los expertos en salud pública temen que estemos en el umbral de la era post antibiótica.
Un estudio reciente estimó que para 2050 organismos farmacorresistentes matarán a 10 millones de personas al año, más de las que mueren por cáncer en la actualidad. Es difícil calcular el costo monetario de que los antibióticos se vuelvan inútiles, pero este estudio lo intentó. La cifra: 100 billones de dólares. Pensarías que estamos haciendo todo lo posible para evitar que los antibióticos pierdan su poder para salvar vidas. Desafortunadamente, estarías equivocado.
Grave peligro por egoísmo
Cuando en 1945 la penicilina –el primer antibiótico producido en masa– salía en grandes cantidades de las fábricas, Alexander Fleming aprovechó la ceremonia en la que lo galardonaron el Premio Nobel de Medicina, compartido con Ernst Boris Chain y Howard Walter Florey, para hacer una advertencia. El científico escocés que pasó a la historia por haber sido el primero en observar los efectos antibióticos de la penicilina previno a los asistentes diciendo: “No es difícil hacer que los microbios se vuelvan resistentes a la penicilina en el laboratorio exponiéndolos a concentraciones que no sean suficientes para matarlos”. A Fleming le preocupaba que un “hombre ignorante” usara dosis muy bajas dando paso a la evolución de bacterias resistentes a las medicaciones. Pero la ignorancia no ha sido el problema. Desde el principio conocíamos los riesgos, pero los ignoramos por interés propio.
Tragedia de los comunes
Supongamos que me enfermo: quizás es un virus, lo que significa que es inútil tomar antibióticos; incluso si es a causa de una bacteria, es probable que me pueda mejorar sin ayuda. Pero si hay alguna posibilidad de que los antibióticos aceleren mi recuperación, eso me incentiva a tomarlos. O supongamos que tengo una granja de cerdos. Darle dosis bajas de antibióticos rutinariamente a mis chanchos es la manera perfecta de cultivar bacterias fármacorresistentes. Pero ese no es mi problema. Mi único interés es ganar más, así que si mis entradas cubren el costo de las drogas con creces, le aplicaré las dosis necesarias a mis animales. Este es un ejemplo clásico de lo que se conoce como la tragedia de los comunes, en el que individuos motivados por el interés personal actúan racionalmente pero terminan creando un desastre colectivo que tampoco les conviene a ellos. Se puede pero, ¿se quiere? Hasta la década de 1970, los científicos continuaron descubriendo nuevos antibióticos: cuando una bacteria desarrollaba resistencia a un tipo, podíamos introducir otro. Luego el pozo se secó. Sin embargo, es posible que empiecen a crearse nuevos. Unos investigadores están explorando una prometedora técnica nueva para encontrar componentes antimicrobianos en la tierra. De nuevo, todo depende de los intereses. Lo que el mundo necesita son nuevos antibióticos para guardarlos y sólo usarlos en las peores emergencias. Pero un producto que no se usa no produce las sumas de dinero a las que está acostumbrada la industria farmacéutica.
Es la economía, estúpido
Es necesario encontrar incentivos para que se pueda hacer más investigación. También se precisa repensar los sistemas de regulación de una manera más inteligente. Las bacterias tienen sus propios intereses: luchar por sus vidas. Dinamarca ha mostrado el camino: es mundialmente famoso por su tocino y controla estrictamente el uso de antibióticos en los marranos. Una de sus claves ha sido mejorar otras regulaciones para hacer que las condiciones de vida de los animales sean mejores. A más espacio y pulcritud, menos enfermedades. Estudios recientes indican que cuando los animales viven en esas condiciones, las dosis rutinarias de antibióticos no tienen mucho impacto en su crecimiento. Las intenciones de la granjera en Wuxi eran buenas. Claramente no comprendía lo que el uso excesivo de antibióticos implica. Pero incluso si lo entendiera, enfrentaría el mismo dilema dados los incentivos económicos de usarlos. Al final, es eso lo que tiene que cambiar.