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lunes, 15 de abril de 2019

LA FAUNA ANTÁRTICA AMENAZADA POR PATÓGENOS DISPERSADOS POR HUMANOS EN LAS LATITUDES POLARES

10 de diciembre de 2018 – Fuente: Science of the Total Environment
La fauna de latitudes antárticas podría estar en peligro por los patógenos que dispersan los humanos en localidades y bases científicas del Océano Sur, según un reciente estudio. La nueva investigación, que ha detectado bacterias del género Salmonella y Campylobacter de origen humano en aves marinas antárticas y subantárticas, revela la fragilidad de los ecosistemas polares y alerta del riesgo de mortalidad en masa y extinción de poblaciones de fauna local a causa de los patógenos.
Zoonosis inversa: cuando la especie humana infecta a otros seres vivos
Exploradores, balleneros, científicos –y más recientemente, también turistas– son ejemplos de colectivos humanos que se han desplazado hasta los puntos más remotos del extremo sur del planeta. Desde hace tiempo, algunos estudios se preguntaban si en latitudes antárticas se habían dado casos de zoonosis inversa, es decir, infecciones que son transmitidas por la especie humana a otros seres vivos. Con todo, y pese a algunos indicios previos, los estudios científicos sobre agentes zoonóticos en las zonas antárticas y subantárticas han sido muy fragmentados; por tanto, las evidencias son muy dispersas y no totalmente convincentes en este ámbito del conocimiento. La nueva investigación estudia la posible transmisión de bacterias de origen humano a las poblaciones de aves marinas en cuatro áreas de los ecosistemas antárticos y subantárticos. La cronología y las vías potenciales para la zoonosis inversa en estos ecosistemas son complejas y difíciles de estudiar, pero parecen claramente relacionados con la proximidad de la fauna a zonas subantárticas habitadas por humanos y a la presencia de bases científicas antárticas.
Bacterias resistentes a los antibióticos en ecosistemas polares
El trabajo confirma las primeras evidencias de zoonosis inversa relacionada con la presencia de bacterias Salmonella y Campylobacter de origen humano en la fauna polar. Una de las señales de alerta ha sido, en concreto, la identificación de cepas de Campylobacter resistentes a la ciprofloxacina y la enrofloxacina, antibióticos de uso habitual en medicina y veterinaria. El descubrimiento de genotipos de Campylobacter habituales en la especie humana o el ganado brindó la pista definitiva para confirmar que el hombre puede estar introduciendo patógenos en estas regiones tan remotas. Estas cepas de Salmonella y Campylobacter, que son causa habitual de infecciones en los humanos y el ganado, no suelen provocar brotes de mortalidad en la fauna salvaje. Ahora bien, los nuevos patógenos emergentes o invasores que llegan a poblaciones altamente sensibles –como la de la fauna antártica y subantártica– podrían tener consecuencias devastadoras y causar el colapso local y la extinción de algunas poblaciones.
Hemisferios Norte y Sur: ruta migratoria para las aves marinas y los patógenos
El estudio muestra que el riesgo de zoonosis inversa es más elevado en áreas cercanas a las zonas geográficas más habitadas, como las islas Malvinas o posiblemente el archipiélago Tristan da Cunha. En este escenario, la conectividad biológica entre comunidades antárticas y subantárticas a través de las aves marinas carroñeras es un factor que aceleraría la circulación de los agentes zoonóticos entre los ecosistemas de distintas latitudes. Ese sería el caso, por ejemplo, del salteador pardo subantártico, (Stercorarius antarcticus antarcticus), un ave marina carroñera que podría adquirir este patógeno y extenderlo desde las latitudes subantárticas hasta la Antártida.
Áreas polares: no toda la biodiversidad está protegida
El protocolo del Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente establece una serie de principios aplicables a las actividades humanas en la Antártida para reducir la huella humana en el continente blanco. Sin embargo, algunas áreas subantárticas –que también son el hábitat natural de aves como el salteador pardo subantártico, o el petrel gigante (Macronectes giganteus) - no están protegidas por la normativa y podrían convertirse en la vía de entrada de los agentes patógenos a los frágiles ecosistemas polares. Los resultados indican claramente que cada vez es más fácil que los humanos puedan introducir agentes patógenos en las regiones prístinas de la Antártida. En consecuencia, la introducción de patógenos en los ecosistemas más remotos del Hemisferio Sur podría ser una grave amenaza para el futuro de la vida silvestre. Es imprescindible, por tanto, adoptar medidas de bioseguridad más estrictas para limitar los impactos humanos en la Antártida.