LA VANGUARDIA
27-12-2019
Lleva 190 millones de años en el planeta y ha sido un elemento clave en la extinción de los dinosaurios, la caída del Imperio Romano, la conquista de América, la independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa, la Segunda Guerra Mundial...
El mosquito, ese pequeño y molesto insecto, es además el mayor asesino en serie de la Humanidad, tanto en términos históricos como actualmente, pues mata cada año a muchas más personas (830.000) que los propios seres humanos (los segundos más mortíferos, con 580.000). El mundo en que vivimos sería muy distinto sin la participación en él de los mosquitos, como certifica el ensayista canadiense Timothy C. Winegard en su libro El mosquito (Ediciones B), una historia de la humanidad vista a partir de la intervención de estos seres.
Winegard afirma que “el mosquito ha tenido un impacto enorme en grandes acontecimientos de la historia, debido a las enfermedades mortales que hoy sabemos que transmite, hasta un total de quince, como la malaria y la fiebre amarilla. Es la más efectiva arma de destrucción masiva. Leí millares de libros y artículos, hablé con expertos, entre ellos mi padre, que es médico de emergencias, y un día, mientras me ponía repelente, me vino la idea clara de qué tipo de libro tenía que escribir”.
Winegard, exmilitar y doctor en Historia por Oxford, destaca que el protagonista de su libro “ha sobrevivido a todo, ocupa el planeta entero excepto la Antártida, Islandia y alguna islita de las Seychelles o la Polinesia Francesa. Ha provocado la muerte de la mitad de todos los seres humanos que han existido, unos 52.000 millones de personas de un total de 108.000 millones”.
“Hay unos 110 billones de mosquitos en el mundo, divididos en unas 3.500 especies diferentes. Son los dueños del universo, no existe ninguna fuerza superior a ellos, si somos fieles a los hechos. Determinan la evolución de la historia aunque, claro, ellos no toman las decisiones sino que se guían exclusivamente por su necesidad de procrear. Pero decir eso duele al ego de los humanos, que se creen decisivos, y los cronistas nos hablan arrogantemente de los líderes militares, de héroes, viajeros, mercaderes, colonos... que tienen mucho más glamur. Pero los mosquitos han sido más decisivos que la mente del general más brillante”.
Veamos algunos ejemplos de las hazañas de estos bichos. En la extinción de los dinosaurios, el famoso asteroide que impactó sobre la Tierra sólo sería, a decir de Winegard, “el golpe de gracia a su desaparición inevitable” pues cuando se produjo el impacto “hasta 70% de las especies de dinosaurio ya estaban extintas”, víctimas de las picaduras de estos insectos. “Eran un blanco fácil. Se han encontrado mosquitos encerrados en ámbar que contienen sangre de dinosaurio infectada con varias enfermedades que transmiten, que entonces eran bastante nuevas, y los dinosaurios no tenían ningún escudo de defensas para hacerles frente. No todas eran enfermedades letales, pero otras les debilitaban y los dejaban letárgicos, a merced del ataque de los carnívoros. El mosquito fue un colaborador necesario, imprescindible, en su extinción. Esta teoría es una aportación reciente de algunos científicos”.
Los mosquitos –a Winegard le gusta hablar de “el general Anófeles”, aludiendo a una de sus más letales especies– hicieron caer tanto a la democracia ateniense como al Imperio Romano; según detalla el libro “Julio César y Napoleón quisieron drenar las marismas pontinas, cercanas a Roma, llamadas ‘el Valle de la Muerte’, algo que sólo conseguiría Mussolini mucho después”. También ayudaron a la expansión del cristianismo, jugaron su papel en las Cruzadas o en la conquista de América. “Hernán Cortés y Pizarro no fueron conquistadores de millones de personas, como creen algunos en España. La población indígena fue diezmada por las enfermedades procedentes de Europa, que trajeron, en efecto, los españoles, que eran inmunes, como ha explicado bien Jared Diamond. Las enfermedades mataron a millones, fueron el factor principal. Los conquistadores se limitaron a recoger los frutos de la enfermedad, los mosquitos fueron la herramienta para exterminar y subyugar a los indígenas. No quiere decir que los españoles fueran unos santos: Colón y otros supervisaron brutales actos de barbarie y violencia sexual contra los nativos pero, cuantitativamente (95%), las enfermedades fueron decisivas”.
En los años y siglos siguientes, el fracaso de diversas tentativas francesas e inglesas por arrebatar a España sus colonias se explica también por la falta de defensas de los soldados que enviaban desde Europa. La independencia de Estados Unidos también es deudora de las masacres provocadas por el mosquito en diferentes frentes.
“La economía de las colonias se basaba –cuenta Winegard– en el trabajo esclavo. Al principio, no había discriminación racial, pero enseguida se vio que los africanos, debido a sus defensas genéticas, soportaban los embates del insecto y se convirtieron en el bien más preciado”.
Winegard puede pasarse una vida contando anécdotas: “Los colonizadores ingleses en India escogieron el gin-tonic como cóctel por su contenido en quinina, que combatía la malaria”. Hay donde escoger: “¿Sabía que en Barcelona, a principios del siglo XIX, la fiebre amarilla mató a 20.000 personas en tres meses, lo que supuso perder 20% de la población de la ciudad?”. Más: los escoceses cedieron su soberanía a los ingleses por culpa de los mosquitos, que los habían arruinado; los nazis usaron a estos insectos como arma contra los aliados; recientemente, boicotearon los Juegos Olímpicos de Río 2016, golpeados por la fiebre zika...
El mosquito, asegura el autor tras su inmersión de años en el tema, “parece narcisista, no tiene más propósito que propagarse y, de paso, matar personas. A pesar de que polinizan ciertas plantas, se trata de especies vegetales que podrían reproducirse a través de otros insectos. No son esenciales para ningún otro animal, por lo que su hipotética desaparición no alteraría el ecosistema”. ¿Le ha cogido cariño? “Tras tanta investigación, he entendido que son la mejor arma que existe, y admiro su capacidad de adaptación y evolución. Como dijo Darwin, no sobrevive el más fuerte ni el más inteligente, sino el que se adapta mejor al cambio. Es el rey de la supervivencia, una criatura fantástica. Parecía que íbamos a acabar con ellos, con el DDT y otros insecticidas, pero han resurgido como el ave fénix, desarrollando nuevas inmunidades y estimulados por el calentamiento climático. Seguimos en guerra contra ellos”.
Asesinos de Tutankamón, Alejandro Magno, Vasco da Gama, Oliver Cromwell, el papa Gregorio V, el explorador David Livingstone, Teresa de Calcuta… Hoy, algo más controlados, han conseguido sin embargo infectar a celebridades como George Clooney. Si, por la noche, alguno de estos increíbles insectos no les deja dormir, tras leer a Winegard, podrán pensar al menos que lo que les desvela es el zumbido de la historia.