¿Estábamos preparados para entender el alcance de esta pandemia? ¿Qué lecciones aprenderemos para el futuro? ¿Cómo afecta el grado de cultura científica de un país a la respuesta social frente a la crisis del coronavirus? Hablamos de todo ello en esta interesante entrevista.
Victoria González
26/03/2020
Desde que comenzó el estado de alarma por la crisis del coronavirus, Santiago M. López escribe todos los días una crónica, llena de referencias históricas y basada en los datos de la Universidad Johns Hopkins y el Financial Times, que envía por WhatsApp a sus contactos.
Santiago M. López es el director del Instituto de Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Universidad de Salamanca y presidente de la Asociación Española de Historia Económica. Este investigador conoce muy bien el funcionamiento del sistema científico español desde sus orígenes y en esta entrevista hemos hablado con él de historia, de cultura científica, de organización política y de progresiones geométricas, todos ellos aspectos muy relevantes para comprender un poco mejor los factores que rodean esta situación insólita que estamos viviendo.
Viendo lo que está sucediendo en España no podemos dejar de mirar a otros países como Corea del Sur o Singapur, que parece que han logrado frenar a tiempo el incremento exponencial en las muertes causadas por el coronavirus. Desde el punto de vista social, ¿debemos pensar que es porque son sociedades menos individualistas y más acostumbradas a actuar pensando en lo colectivo, o puede haber más motivos?
Es cierto que hay una variable social que hace que en estas culturas se tenga una confianza en la comunidad mayor que la que tenemos en países occidentales. Esto pasa en Japón, algo en Hong Kong… pero no tanto en Corea del Sur, allí son más individualistas y se parecen a nosotros en ese sentido. Entiendo que esto puede haber influido, así como otros motivos históricos como la cercanía a periodos de dictadura, pero en mi opinión la clave aquí ha sido otra.
El aspecto más importante tiene que ver más bien con las experiencias previas. En países como Singapur y Hong Kong el anterior coronavirus tocó con cierta fuerza, y desde 2007 empezaron a hacer planes de contingencia. No es que en Europa no hubiera planes, pero ellos, al haberle visto “las orejas al lobo”, supusieron que si en algún momento surgía una crisis sanitaria en Asia podrían tener problemas serios.
Cuando se conoció que en Hubei había comenzado todo este tema de la nueva neumonía y no estaba muy claro qué pasaba, sus planes de contingencia se pusieron en marcha. Sabían que los lugares con altas densidades de comunicación física, como los grandes aeropuertos conectados con cercanías y trenes, son la clave para que este tipo de virus se propague. Así que pusieron localizadores de fiebre en esos puntos. En cuanto detectaban a alguien con fiebre le hacían el análisis y, en caso de ser positivo, hacían una línea de tres pasos: 1) aislar a la persona contagiada, 2) aislar a sus contactos y 3) aislar a todos los profesionales que habían participado en el proceso y se podían haber contagiado.
¿Podemos pensar entonces que después de esta crisis se pondrán en marcha planes de contingencia pensando en posibles epidemias futuras? ¿Habrá más comunicación entre países para que la experiencia previa de unos y otros se comparta?
Seguro que sí, lo que pasa es que ese conocimiento se puede perder en tres generaciones. Fíjate lo que pasó con la gripe de 1918: en muchos países tuvimos la experiencia de vivir una pandemia, y especialmente EE UU desarrolló muchos planes de contingencia, pero después de que no haya ninguna generación viva que lo recuerde, es muy difícil que el aprendizaje persista en la memoria del conjunto.
Si no hay una generación de médicos viejos en el futuro que recuerden el problema de estar frente a una pandemia, y si los médicos jóvenes no han tenido muchas asignaturas de historia de la medicina en la carrera… todo esto se va a olvidar. Hay que destacar que, en los últimos años, las asignaturas de historia se han ido retirando de todos los planes de estudio, y sin embargo es fundamental que cada persona conozca la historia de su propia disciplina, para aprender de ella y no caer en los mismos errores.
Es inevitable pensar que en China han estado prácticamente dos meses confinados y siendo muy diligentes con las medidas de contención. En España, especialmente al principio, parece que algunas personas han estado más relajadas y sin tomarse en serio las indicaciones de quedarse en casa… ¿qué dice esto de nuestra forma de ser como sociedad? ¿Es nuevamente un problema de individualismo?
Todo esto está muy bien estudiado por economistas, psicólogos y sociólogos del comportamiento. Las personas tomamos decisiones a nivel individual, pero estas decisiones también tienen un reflejo social. En las sociedades occidentales seguimos un patrón muy individualista, pensamos en el beneficio propio y, como mucho, en el de nuestra familia.
Ahora bien, para mí lo que determina en este caso el comportamiento de la gente no es eso, sino la dificultad que tiene el ser humano para entender las progresiones geométricas, y este es un virus que se reproduce geométricamente.
Tú dices: “ha habido cinco muertos”. Bueno, no parece mucho. “Oye… que ya son diez”. Luego suben a veinte, pero no pasa nada, ¡si somos cuarenta y cinco millones de personas! Luego suben a cuarenta. A más de cien… sigue sin preocuparnos. Pero un día te encuentras con que ya hay 300 000 casos, y solo han trascurrido cinco días. ¿Qué ha pasado? Posiblemente ya se ha contaminado un porcentaje elevadísimo de la población, pero no se ha puesto ninguna medida de contención. Y esto ha sucedido porque, simplemente, no hemos querido o no hemos podido asimilar lo que es una progresión geométrica.
Ningún gobierno podía confinar a su población de forma radical porque, a diferencia de lo que hicieron en Singapur o en Corea del Sur, se habían dejado pasar cinco días y ya no se podía controlar con los test a la población contaminada, había que aislar a todo el mundo. Pero, ¿quién te iba a hacer caso? “Si solo son 120 personas…”
Ahora estamos viendo que los presidentes de otras zonas, de países de América Latina por ejemplo, están tomando precauciones con mucho tiempo y la gente les aplaude, pero es normal porque ya se tiene la experiencia previa de lo que ha sucedido en Europa. De un día para otro y con pocas personas muertas cierran todo el sistema y la gente no rechista, pero es porque ya se sabe lo que ha pasado aquí. Cuando empezaron los casos en Europa no se asimiló a tiempo la progresión geométrica del virus.
¿Y cómo podemos entender mejor lo que es una progresión geométrica?
Esto se ve muy bien en el famoso ejemplo del ajedrez. Se cuenta que el maharajá de la India, entusiasmado con el juego, había ofrecido una recompensa a su inventor. Este le pidió que en el primer cuadro del tablero pusiera un grano de arroz. En el segundo dos granos, en el tercero cuatro, en el cuarto ocho… y así sucesivamente, duplicando en cada casilla la cantidad anterior hasta completar las 64 del tablero.
El gobernante pensaba que la recompensa que le había pedido el hombre era ridícula… hasta que los sabios hicieron los cálculos y llegaron a la conclusión de que la cantidad de trigo que salía al final era mayor que el número de estrellas del universo, y que no había cantidad suficiente de arroz en todo el planeta para poder suministrarle al inventor lo que había pedido.
Eso es una progresión geométrica. Y cuando la entiendes, te das cuenta de que, en el caso de este virus, si no haces nada llegará un momento en el que no habrá sistema sanitario en el mundo capaz de detenerlo, al menos mientras no tengamos ni vacuna ni antiviral.
En nuestro instituto hacemos muchos análisis de los libros de texto y, al menos en España, los textos de matemáticas viven completamente aislados del mundo real y de la sociedad. Se aprenden las progresiones aritméticas y geométricas, los logaritmos… pero antes de empezar estas clases, el docente debería contar a sus alumnos que, si no entendemos lo que es una progresión geométrica, podría llegar el día en que pongamos en riesgo nuestra vida, la de nuestros familiares y la de nuestro país. Hay que saber lo que es una progresión geométrica y detectarla en cuanto empieza, porque detrás de ella hay un peligro inminente.
¿Todo esto también podría tener que ver con la cultura científica de nuestro país? ¿Cuál es grado de interés de los españoles por la ciencia y la tecnología?
El mejor indicador que tenemos procede de las encuestas de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). Según el último informe, que ha salido hace poco, España sigue en buena situación con respecto a la cultura científica: nuestros datos no son muy diferentes a los de Francia o Inglaterra. Medicina y salud son los temas de interés estrella, por encima de trabajo, educación, arte, política… la gente le da una importancia del 37,9 % frente al 24 % de deportes.
Eso se ve también en el dinero que dedican las fundaciones a ciencia, hasta el 2004-2005 prácticamente todo el dinero de las fundaciones iba a deporte, cine, arte y exposiciones, y esa tendencia ha cambiado. La mentalidad española, ahora mismo, es bastante avanzada con respecto a los temas científicos, y las instituciones también se han dado cuenta de que es un factor importante.
Sin embargo, parece que este interés por la ciencia no se ha materializado en un sistema científico potente. ¿La gente es consciente de que, aparte de saber de ciencia, es necesario tener un sistema científico fuerte para que el país esté bien y progrese?
Una de las preguntas de la FECYT dice: “si usted tiene un euro para el sistema de salud y uno para deporte, ¿dónde prefiere destinarlo?” Pues la gente escoge salud. Y, cuando se propone que ese euro no vaya solo a salud y medicina, sino a la ciencia en su conjunto, aunque el porcentaje baja, la gente sigue diciendo que sí. Los ciudadanos están dispuestos a que sus impuestos se dediquen a esto. Ahora bien, luego queda que el Estado y las corporaciones que están entre el estado y las empresas (fundaciones, medios de comunicación, etc.) se lo crean también, y ese ya es otro tema.
Por otro lado, también tenemos que matizar. A nivel general es cierto, nos comportamos de media como los ingleses y el grado de interés por la ciencia en España es alto. Pero, si bajamos al detalle, la población tiene debilidades en algunos puntos. Según el informe, el perfil medio de quienes tienen más interés en la ciencia corresponde a personas de edad media (35-45 años) con un nivel de estudios alto, y no hay grandes diferencias entre hombres y mujeres. Si bajas o subes de edad, empieza a bajar el porcentaje de personas que reconocen la importancia de la ciencia.
En España se ha hecho un enorme esfuerzo para que haya un conjunto de población muy culta, pero hay que tener en cuenta que nuestro sistema de educación es el que es y en el tiempo en el que es. Mientras que otros países pusieron la educación general básica a principios del siglo XX, nosotros la pusimos en los años 70, nos llevan ventaja. Vas a otros países y tienes un conjunto asentado, sobre todo en las poblaciones más envejecidas, de respeto a la ciencia, mientras que aquí aún no sucede eso.
También estamos viendo que no paran de circular por las redes sociales bulos pseudocientíficos y todo tipo de teorías de la conspiración sobre el origen del virus, que entorpecen también el cumplimiento de las recomendaciones sobre la cuarentena…
Los bulos más peligrosos que hay ahora mismo en torno al coronavirus son los de los remedios de la abuela, porque generan una sensación de falsa seguridad: “Toma vahos porque están a 65 °C y hacen que el virus se muera en la garganta”. “Mezcla té negro y té verde que eso tiene mucho interferón y te cura”… todos esos vídeos hacen el llamado ‘efecto casco’. Si tú sales en bicicleta sin casco vas con más cuidado que cuando lo llevas. La gente dice: “no pasa nada porque ya salgo desinfectado de casa, y luego cuando llego pues me hago unos vahos y me tomo un té, y listo”. Esto es un peligro. Son bulos muy peligrosos, porque encima la gente los percibe como inofensivos y contribuye a extenderlos.
Otro ejemplo. En la gripe de 1918 una de las poblaciones más afectadas fue Zamora, porque no dejaron de ir a misa ni un solo día. El obispo decía que a la gripe se la combatía con rezos, y los juntaba a todos en las iglesias, en lugar de rezar en casa como dice ahora el papa Francisco. Así que lo que hacían era pasarse el virus continuamente unos a otros… en definitiva, cuando personas acientíficas viralizan estos bulos, lo que se consigue es que muera más gente contagiada.
¿Podemos aventurar entonces que las personas con un mayor grado de cultura científica estarían siguiendo mejor las recomendaciones de quedarse en casa sin hacer caso de los bulos?
Sí, yo tengo amigos científicos que ya llevaban confinados varias semanas antes de que se decretara el estado de alarma. Nadie les hizo caso, ni siquiera yo. Se confinó la gente que entendía lo que podía pasar. Es cierto que en el grupo de los que se aislaron antes también puedes encontrar a hipocondriacos patológicos, pero en general lo hizo gente inteligente y con muchísima información científica. El mismo miércoles previo al fin de semana en el que se desencadenó todo, yo ya dije de cancelar una reunión que teníamos en Ávila y me tomaron por loco.
Y si subimos de escala… ¿qué podemos decir del grado de cultura científica de un país? ¿Puede ser determinante para salir con éxito de una crisis sanitaria de esta envergadura?
Esto se ve en la estructura de los gobiernos. En algunos países, como en España, los ministerios encargados de temas de ciencia, tecnología o educación tienen menos peso que economía y hacienda. Sin embargo, en otros países, sobre todo en los escandinavos, la dirección de las decisiones va justo al revés. Lo primero que se pregunta es la opinión del ministerio que tiene las competencias científicas. Después lo estudian los de economía y finalmente lo ejecuta hacienda.
EE UU también tenía esa línea de actuación hasta que llegó Trump. Una de las decisiones más importantes que se tomaban allí, una vez que se había asentado el presidente, era el nombramiento del asesor de ciencia, que solía ser una persona muy importante que había estado en la campaña electoral. Después se discutía cuál iba a ser el motor científico y tecnológico del país. Esta tradición venía desde la Segunda Guerra Mundial: la población norteamericana internalizó mucho este asunto con la carrera espacial y el programa Apolo. Esta tradición se ha roto con Trump, que no tiene asesor científico, la ciencia no es una prioridad para él y ya vemos lo que está pasando ahora mismo en EE UU con la crisis del coronavirus.
Para terminar… como sociedad, ¿qué lecciones aprenderemos cuando pase esta crisis?
Ya hay alguna consecuencia que va en la buena dirección: se han destinado treinta millones de euros para que el CSIC investigue, y entiendo que de cara al futuro se harán planes de contingencia y se tendrán más en cuenta las opiniones de las autoridades científicas y sanitarias.
El Estado debería meter en su estructura una oficina de previsión cuyo filtro tengan que pasar todos los ministerios antes de tomar decisiones. Lo mismo en el Parlamento, tiene que haber una oficina de ciencia actuando de filtro. Si todo eso sale adelante, y en las escuelas se empieza a enseñar bien lo que es la progresión geométrica, todo esto quedará en la memoria cultural de la gente y se transmitirá a las próximas generaciones.
Y, por último, y aunque en España no tenemos este problema, conviene recordar que no se puede dejar la economía, la ciencia o la hacienda de un país en manos de personas con sesgos de creencias, porque entonces nos puede pasar como a Bolsonaro, que sigue despreciando el alcance de la pandemia, o como a los obispos de Zamora con la gripe. Podemos tener libertad de creencias y de pensamiento, pero al frente de las decisiones importantes del país, en este tema no puede haber ningún sesgo.
Además, al frente tiene que haber demócratas, no puedes poner a un nazi que diga: “venga pues todos a contaminarse, que los mayores de 60 años fallezcan y problema resulto”. Al frente de un país debe haber demócratas agnósticos.
martes, 31 de marzo de 2020
LA EXPERIENCIA ADQUIRIDA TRAS EL CORONAVIRUS SE PUEDE PERDER EN TRES GENERACIONES
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TEMAS GENERALES DE MICROBIOLOGÍA