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jueves, 9 de abril de 2020

BREVE REVISIÓN ACERCA DE LOS VIRUS


Ac. Dr. Christian TRIGOSO AGUDO
Profesor Emérito de Microbiología – UMSA
Miembro de la Academia Boliviana de Medicina


¿Cómo podríamos definir un virus? Sabiendo que es una estructura que desafía toda lógica de lo que podemos llamar como “vivo”. Piense en una caja tipo joyero y ahí tiene una imagen bastante cercana de lo que en realidad sería, es decir que estamos hablando de una cubierta compuesta por proteínas (cápside) y que consta de unidades a la manera de piezas de un rompecabezas (capsómeros) que en algunos casos posee un envoltorio (peplómero) a la manera de papel regalo que recubre esta coraza, y en la parte central (tal cual si fuera una gema) el material genómico compuesto por ADN (Ácido DesoxirriboNucleico) o ARN (Ácido RiboNucleico); de hecho un virus tiene su genoma (material genético central) de ADN o ARN, diríamos que hay un principio de exclusión por el que estas partículas sólo tienen uno o el otro ácido. Es necesario indicar que cuando la partícula viral está completa (con todos los elementos apuntados anteriormente) se denomina virión.

No tienen un citoplasma ni organitos intracelulares como las células con las que estamos acostumbrados a convivir; menos aún hablar de que poseen una dinámica metabólica por la que en las células corrientes podemos detectar trazas de aquello que llamamos vida.

Al no poseer ribosomas, son incapaces de ensamblar sus propias proteínas y menos transportarlas por su armazón arquitectónico. Carecen de movimiento propio y no responden a ningún estímulo que pudiéramos proporcionarles.
Su tamaño se mide en nanómetros (ƞm) que corresponden a la millonésima parte de un milímetro, un promedio de estas medidas podríamos anotar en el rango de alrededor de 100 ƞm para un virus convencional y si aplicamos un sistema de comparación que nos facilite la comprensión de esta magnitud, pudiéramos decir que nuestro cuerpo lo podríamos comparar con un omnibus corriente (Puma katari), una de nuestras bacterias (de aquellas que colonizan por ejemplo nuestros intestinos) correspondería a un alfiler que algún pasajero descuidado hubiera dejado y la “cabeza” de ese alfiler correspondería a un virus; esa es la escala de tamaños en la que nos estamos moviendo. De ahí que se necesite de microscopios electrónicos que permiten aumentar 10.000, 20.000 o más aún la imagen de estos virus haciéndolos visibles (adviértase que el microscopio compuesto convencional, aquel que se usa en todos los laboratorios comunes brindan aumentos totales de alrededor de 1.000X por lo que NO es posible utilizar estos aparatos para ver partículas virales).

La forma que exhiben también es destacable pues podemos hallar virus que tienen forma o simetría cúbica, para lo cual guardan un patrón icosaédrico (forma geométrica que tiene 20 caras cada una de las cuales forma un triángulo equilátero) que a veces presentan un aspecto esférico, pero la simetría siempre será la de un icosaedro (parecen balones de futbol cosidos por segmentos), también podemos hallar virus que tienen forma o simetría helicoidal (en la que las proteínas se unen al genoma dando origen a una hélice, finalmente hallamos virus que tienen una morfología o estructura compleja, en la que no hay simetría ni cúbica ni helicoidal, por ejemplo aquellas partículas virales con forma de ladrillo. Lo más increíble es que bajo ciertas circunstancias algunos de estos virus inclusive pueden “cristalizar” con lo que terminan de complicar nuestra comprensión sobre estas estructuras.

Por lo tanto estamos completamente incapacitados para aplicar una definición estándar, de hecho yo simplemente les llamaría “cosas” pues no podemos siquiera intentar pensar en que se trata de algún tipo de célula.

Un virus NECESITA de una célula viva para poder copiarse y esto lo hace cuando queda en contacto con una superficie celular y se adhiere utilizando receptores que se hallan en la superficie de cualquier célula (existirán algunas especificidades dependiendo de la célula y del virus), logrado esto usualmente la partícula vírica queda incluida dentro de la célula hospedadora (aquí también existen algunas variaciones propias de los diferentes virus que se conocen) y a través de su material genómico toma el control de los ribosomas de la célula hospedadora para que estos empiecen la fabricación (traducción) de las proteínas que necesita el virus (su cubierta denominada cápside), así como también procede a duplicar su material genómico (ADN o ARN) mediante mecanismos molecularmente complicados pero que a la vez en un alarde de simpleza logran su cometido. Esta etapa la denominamos replicación (duplicación). A partir de este momento se producirá la maduración, fase en la que dependiendo del tipo de virus se ensamblan los nuevos virus con sistemas específicos y las más de las veces destruyendo a la célula hospedadora quedarán en libertad para repetir este ciclo. Cabe advertir que algunos virus pueden integrarse al ADN de la célula hospedadora para pasar a formar parte de este material genético (lisogenia).

Así que no hay un fin predeterminado, muchas veces el hospedador muere, no hay simbiosis ni comensalismo; es un pasar su información genética a nuevas generaciones sin una finalidad, es una potencia que se hace acto y nada más, parecería una entelequia aristotélica.

Así que NO podemos matarlos, pues no están “vivos” y sólo podríamos inactivarlos, es más términos como germen o microbio no resultan útiles pues sólo las usamos para que aquellas unidades biológicas que por su metabolismo y características estructurales merecen recibir estas denominaciones.

Probablemente evolucionaron a partir de secuencias genéticas que se liberaron de células más complejas y se llevaron como legado un abrigo de proteínas para recubrir su genoma o probablemente resultaron de los inicios de la vida en nuestro planeta cuando todavía el azar jugaba con proteínas y ácidos nucleicos que se ensamblaban estocásticamente cerca a las chimeneas de las dorsales abisales de los océanos primordiales o en las sopas primigenias que recubrían nuestro planeta. Es más se ha planteado la posibilidad de que eventualmente se trataría de parásitos intracelulares que se degeneraron y adquirieron el curso que hoy ostentan.

Parece que los clásicos acertaron cuando les pusieron este nombre pues en latín virus es igual a veneno, algo sencillamente material y desprovisto de vitalidad.